lunes, 4 de julio de 2016

Los corzos y su cuerna

     En primer lugar, recordemos que el corzo es una especie criadora en día largo a diferencia de otros cérvidos. Esta particularidad en el comportamiento reproductor le permite obtener el máximo rendimiento, al hacer coincidir su mejor momento energético y de disponibilidad de alimento con la capacidad de concepción. Así, el celo en el corzo se produce en pleno verano, entre los meses de julio y agosto, a diferencia de ciervos y gamos, que tienen su ciclo en otoño. Evidentemente, esta particularidad reproductiva del corzo no es un fenómeno fisiológico aislado del animal; al contrario, está condicionada y condiciona a su vez toda su fisiología y evidentemente también su comportamiento social y el calendario de la muda y regeneración de la cuerna.

      Los corzos adultos tienen tendencia a desmogar antes. Por otra parte, los corzos más jóvenes tienen cierto retraso en la época de desmogue, especialmente en su primera cabeza (o cuerna en realidad), ya que estos corcines si han producido los primeros mogotes en el otoño se desprenderán de ellos en diciembre o enero y hasta bien entrado mayo no estarán descorreando. El descorrear temprano ofrece a los corzos sanos y fuertes la ventaja de ocupar y defender antes los terrenos más acogedores y propicios pero eso exige un mayor desgaste -más meses defendiéndolo frente a intrusos  lo que exige un plano sanitario y energético superior, de ahí que se diga que los corzos mejores desmogan antes.



       De esta forma, una vez que el corzo finaliza la época reproductiva, cesa el comportamiento territorial y se hace más tolerante con sus congéneres, llegando a reunirse en grupos durante el invierno, situación insólita durante la época reproductiva, en la que los ejemplares de esta especie manifiestan intensamente su carácter territorial. En el noroeste peninsular, a partir de finales de octubre o primeros de noviembre, comienza a producirse el desmogue en otras zonas, antes. La mayor parte de los corzos perderán la cuerna a lo largo del mes de noviembre o incluso más tarde, pues en los últimos años se observan cada vez con más frecuencia ejemplares que mantienen la cuerna del año anterior en pleno invierno. La norma general es que al inicio del invierno todos los machos de más de un año se encuentren desmogados y parte de ellos presenten la nueva cuerna en pleno proceso de formación es necesario aclarar que en otras latitudes y a diferente altura este proceso de renovación de la cuerna se adelanta considerablemente sobre lo comentado para el noroeste peninsular como norma general. Todo esto hace que, coincidiendo con los días más cortos del año, el corzo comience a desarrollar el nuevo trofeo, aunque es el momento más desfavorable del año desde el punto de vista de los recursos que puede ofrecerle el medio, con menores fotoperiodos y dieta más escasa.
      Una vez que se ha producido el desprendimiento de la cuerna, la solución de continuidad sobre el pivote se ondula ligeramente y su superficie se convierte posteriormente en piel con nervios y vasos. A partir de aquí se formará una nueva estructura de tejido cartilaginoso, que posteriormente se irá convirtiendo en hueso mediante un proceso convencional de osificación, con el aporte de calcio, fósforo y otros minerales. Este proceso dura unos cien días. La piel que cubre el trofeo durante su formación «borra», es uno de los tejidos más inervados del animal, por lo que la cuerna en crecimiento es muy sensible a cualquier agresión. De esta forma, poco a poco la estructura osificada se libera de la capa cutánea y, con los restos de fluidos y tejidos de origen animal y vegetal, así como con partículas del medio, se colorea paulatinamente de forma característica el trofeo del corzo.
       En el mes de octubre, en la frontera entre el pivote y el nacimiento del cuerno, aparecen células destructoras del hueso que hacen desaparecer la sustancia ósea en una zona muy concreta, hasta que el cuerno se desprende. Este desprendimiento arrastrará una pequeñísima parte del hueso del pivote, de manera que éste cada año sistemáticamente es algo más corto.
Tal como vemos, la formación de la cuerna es un proceso complejo en el que pueden influir numerosos factores: la estructura de la población de corzos, la densidad de animales, las eventuales alteraciones del sistema endocrino, la formación o disponibilidad de vitaminas, las enfermedades, las alteraciones causadas por el hombre y el influjo de otros ungulados.
       
       Cuando las densidades de los animales superan la capacidad del hábitat, bien por una sobrepoblación, lo cual, además de menores recursos, implicará mayor competencia y estrés entre los ejemplares, o bien por condiciones adversas que modifiquen la calidad del hábitat.
       También las enfermedades y la presencia de parásitos pueden contribuir a que la cuerna sea más débil y escasa, debido a alteraciones en el metabolismo o a la pérdida de energía. Es difícil demostrar la influencia de estos factores cuando el animal vive libre y salvaje, pues no se pueden repetir las condiciones para comprobar el efecto.